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Conoce la Anorexia Nerviosa y aprende a identificarla

¿QUÉ ES LA ANOREXIA NERVIOSA?

La palabra anorexia significa literalmente “falta de apetito” y puede ser un síntoma en diversas trastornos mentales y condiciones médicas. Por ejemplo, en pacientes sometidos a quimioterapia o personas gravemente deprimidas, las personas pueden experimentar el deseo de no comer. Sin embargo, cuando hablamos de anorexia como un trastorno mental, utilizamos el término «Anorexia Nerviosa» (AN).

La Anorexia Nerviosa es un trastorno en el que la persona tiene un intenso deseo de alcanzar y mantener un peso extremadamente bajo. Esto lleva a restricciones severas en la ingesta de alimentos y a un control meticuloso de factores que puedan afectar su «peso ideal». Las personas que sufren este trastorno tienen un miedo profundo a aumentar de peso y tienen una percepción distorsionada de su propio cuerpo. A pesar de estar en un estado extremadamente delgado, se ven a sí mismas como gordas y minimizan las consecuencias para su salud debido al bajo peso.

La prevalencia de este trastorno ha ido en aumento en las sociedades occidentales, principalmente en mujeres jóvenes. Suele aparecer en la adolescencia o al comienzo de la vida adulta y, si no se trata adecuadamente, puede convertirse en un problema crónico. En casos extremos, puede llevar a la muerte por inanición (con una tasa de mortalidad a largo plazo del 10-18%) o incluso al suicidio. En el origen de la Anorexia Nerviosa están implicados múltiples factores, como la predisposición genética, la personalidad perfeccionista u obsesiva, la influencia del entorno que valora excesivamente la delgadez y la participación en áreas profesionales como la moda o el deporte. En las personas con una combinación de estos factores, ciertos eventos desencadenantes, como la pérdida de un ser querido, cambios corporales durante la pubertad, fluctuaciones rápidas de peso debido a enfermedades o rupturas sentimentales, pueden precipitar la enfermedad. Una vez que se desarrolla el trastorno, pueden surgir condiciones que lo mantienen: las relaciones familiares disfuncionales, pensamientos obsesivos sobre el peso y la figura, y los efectos físicos derivados de la falta de nutrientes, son solo algunos ejemplos. En las últimas décadas, el interés creciente en esta enfermedad y su cobertura mediática han impulsado avances en su diagnóstico y tratamiento. Se reconoce que el enfoque interdisciplinario y el apoyo de la familia y el entorno social son fundamentales para la recuperación de la salud y la calidad de vida de quienes la padecen.

 

COMPRENDER LA ANOREXIA

En la clasificación de trastornos mentales DSM-5 se emplea el Índice de Masa Corporal (o índice de Quetelet) para determinar si la persona presenta o no un bajo peso. Este índice se obtiene dividiendo el peso en kilogramos de la persona entre su altura en metros elevada al cuadrado. Si la persona obtiene un índice inferior a 20 puntos sería un peso inferior al promedio, pero es a partir de 17 puntos o menos cuando se considera que cumple el criterio para diagnosticar Anorexia. Este criterio resulta especialmente relevante, ya que nos permite diferenciarlo de otros trastornos, como la Bulimia Nerviosa, con el que comparte muchos aspectos, y además permite clasificar la gravedad de la AN, en función de cuán bajo sea este índice en la persona. Para visualizar más claramente este criterio podemos poner por ejemplo el caso de una chica de 1,60 metros de altura que pesase tan solo 43 kilos, que obtendría por tanto un IMC de 16,79; al que correspondería un nivel de gravedad leve de AN.

En la Anorexia Nerviosa (AN), el bajo peso es acompañado por un temor intenso a ganar peso o ser percibido como gordo, y esto, contrariamente a lo que se podría pensar, aumenta a medida que la persona se vuelve más delgada. Este temor se convierte en una obsesión que afecta todos los aspectos de la vida, como el social, laboral y familiar. Como resultado, la persona puede evitar ciertas actividades y comportamientos, como comer en público, mirarse en el espejo o usar ropa ajustada. Además, pueden llevar a cabo conductas como ejercicio físico excesivo, consumo de alimentos poco nutritivos o incluso el uso de drogas y sustancias para adelgazar. La manera en la que la persona logra bajar de peso ha llevado a distinguir entre dos tipos de AN: el tipo restrictivo, en el que la pérdida de peso se basa principalmente en una dieta estricta y el ejercicio; y el tipo purgativo, en el que se emplean estrategias para eliminar nutrientes del cuerpo, como provocarse vómitos, usar laxantes, diuréticos o enemas. Esta distinción es importante, ya que no solo revela diferentes formas para alcanzar un peso bajo, sino que cada tipo también se relaciona con patrones de personalidad distintos, que resultan vitales para comprender cómo las personas enfrentan el trastorno y la vida en general, y pueden proporcionar información clave para el tratamiento.

La percepción de la imagen en este trastorno también se encuentra profundamente alterada, ya que no solo infraestiman su propia figura, sino también lo que se considera una figura normal en general, estableciendo el estándar de “normalidad” muy por debajo de donde otras personas sin este trastorno lo ubican. También, las personas con AN basan en esta percepción de su imagen corporal y su peso gran parte de su autoestima, de modo que estar delgadas no es ya solo una cuestión estética, sino un signo de perfección, disciplina y autocontrol.

Identificar a una persona que padece anorexia es relativamente sencillo, lo primero que resulta evidente es la delgadez extrema que presentan, no obstante, realizar un buen diagnóstico y, sobre todo, un diagnóstico precoz resulta esencial para impedir que el trastorno progrese y, por tanto, sus consecuencias para la salud sean más graves y difíciles de abordar. En primer lugar, es necesario descartar que la delgadez esté relacionada con algún tipo de condición médica o con la toma de algún medicamento o sustancia. Por ejemplo, en personas con un hipertiroidismo no controlado o en el caso de ciertas adicciones a drogas estimulantes, se pueden cumplir con el IMC asociado a la AN, pero en estos casos no existe un deseo de estar delgadas ni una distorsión de su imagen. Una vez descartadas este tipo de circunstancias, hay que indagar sobre los motivos de la delgadez, los pensamientos que tiene la persona sobre su imagen y las estrategias que emplea para bajar de peso. Algunos signos o conductas que nos pueden hacer sospechar que estamos ante un caso de anorexia pueden ser que la persona no acabe las comidas o busque cualquier excusa para evitarlas, ir al cuarto de baño inmediatamente después de las comidas, mostrar un interés muy marcado por la información nutricional de los alimentos y preferir sistemáticamente aquellos con menor cantidad de calorías, comer de forma “ritualizada”, cortando los alimentos en pequeñas porciones y masticándolos durante demasiado tiempo, utilizar ropa holgada que permita ocultar su cuerpo, evitar posturas en las que se realce su figura, como sentarse en el borde de la silla para evitar que se compriman los muslos contra la misma y sean más evidentes, evitar mirarse al espejo o salir en fotografías donde se aprecie su cuerpo, comer chicle muy a menudo o incluso elementos no nutritivos como bolas de papel, mostrarse muy sensible a los comentarios relacionados con su aspecto físico, mostrarse muy inflexible en sus rutinas y hábitos, viviendo con gran ansiedad y malestar los cambios imprevistos o mostrar un marcado e “injustificado” descenso en su rendimiento académico o laboral.

Además de las conductas y síntomas comentados, la AN lleva asociada una gama de signos y síntomas físicos que se presentan en gran parte de los casos, la mayoría de ellos atribuidos a la inanición, como la pérdida de la menstruación, estreñimiento, dolores de barriga, tensión arterial baja, alta sensibilidad al frío, osteoporosis, así como diversos problemas metabólicos y hormonales derivados de las carencias nutricionales. En muchas ocasiones estos cambios fisiológicos conllevan un peligro serio para la vida de la persona, por lo que puede ser necesario el ingreso hospitalario contra la voluntad de la paciente, hasta que los valores nutricionales de su cuerpo se normalicen y deje de correr peligro su vida.

Si Vd. o alguna persona cercana se identifica con este patrón de comportamiento no lo dude. Solicite cita en ALBORÁN Psicólogos. Los Trastornos de la Conducta Alimentaria suelen ser graves y complejos, pero existen intervenciones eficaces.

 

Graduado David Ocón. Psicólogo de ALBORÁN Psicólogos

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